Fui como ese pobre al que le dan de comer un buen plato por primera vez.
Engullí todo lo que tenía delante, sin pensar, sin parar ni un segundo, sin darme cuenta de que después de ese plato no habría ninguno más. No guardé ni una miga de pan. Acabé con todo lo que había y con tal rapidez que casi me atraganto.
Pasaron días, semanas y meses y jamás volví a probar un bocado como aquel. Me tuve que conformar con lo poco que me iban dando los desconocidos por la calle. Me llegaba para vivir, pero pasaba hambre, mucha hambre. Me mantuve firme con el estómago hambriento, recordando aquel plato que devoré sin dejar nada. Arrepintiéndome de haberlo devorado ferozmente sin haber guardado nada para otro día.
Ojalá pudiera volver a probar un bocado como aquel, sin duda haría lo posible por que permaneciera más tiempo conmigo.