sábado, 1 de octubre de 2016

¿Sabes qué? Me llegó a gustar incluso el sabor a tabaco porque lo recibía directamente de tus labios. Me enganché, y ya no sabía si a ese sabor o a ti. Tu olor era una mezcla de cigarro con colonia fuerte, algo duro, fuerte, potente, incluso erótico. Era el olor y el sabor del hombre, de ese hombre que eras tú y solo tú. Con el que me gustaba compartir mis sábanas y al que me gustaba invadirle el pecho. Ese fuiste tú, mi amor. Me hacías llegar al éxtasis con los ojos cerrados, solo oliéndote, solo tocándote, solo dejándome llevar. Fuiste lo más fuerte que había probado nunca y tuve que ir realmente a un centro de desintoxicación para poder dejarte de lado, para dejar que salieras de mi vida. Es realmente irónico que tuviera que desintoxicarme yo, cuando eras tú quien necesitaba ayuda. 
Ay, mi amor, ojalá fueran más fuertes la razón y el alma y más débiles los vicios e impulsos. Te llegué a amar con todo lo que uno puede abarcar; y ya no estás. Pero lo que me hace seguir adelante es saber que no te he perdido, te perdiste. Yo siempre supe dónde estaba y adónde quería llegar, fuiste tú quien se perdió, tuvo miedo y huyó. Y ahora somos dos seres incompatibles. Con todas las veces que hemos sido compatibles... Fuiste mi mayor compatibilidad dentro de la incompatibilidad, me completabas; y ya no estás. ¿Y qué nos queda? El recuerdo de un amor imposible que pudo ser posible, y todos los sueños que teníamos, rotos. Es duro, mi amor. No ha habido día que no pensara en ti, pero una debe asumir que su amor tiene nueva compatibilidad dentro de la incompatibilidad; y esa ya no es ella. Así que aquí termina nuestra historia de amor puro, tóxico y doloroso. Nuestra historia de llantos y besos, nuestra historia de decepciones y rosas.