sábado, 24 de noviembre de 2012

El amante.

Oh fiel amante que cada día me visitas sin que nadie se percate de ello.
Oh dulce placer tenerte entre mis brazos de nuevo.

No eres tan solo un amante, eres más que eso.
Eres un deseo irrefrenable, un capricho del destino, una obsesión desesperante...

¡Ven a mis brazos!
¡Dame tus besos!
Te ordeno que una noche más seas el dueño de mi cuerpo.

Acércate, juega con el tiempo. Demuéstrale que no le necesitas para vivir esta pasión irracional.
Enlacémonos como largas enredaderas, cuerpo frente a cuerpo, brazo sobre brazo, suspiros entre besos.
Enlacémonos tan fuertemente que nuestros cuerpos parezcan uno solo.

Esta noche, como todas las noches, la luna ha salido y a mi casa ha entrado el sol
dispuesto a intercambiar mis besos por su plácido calor.

Oh fiel amante que cada día me visitas sin que nadie se percate de ello.
Oh dulce placer tenerte entre mis brazos de nuevo.

La brisa del mar de tus labios es sin duda las más bella melodía
el aroma de tu piel con la mía es el perfume de la tentación.

No te marches aún fiel amante.
Acércate una última vez esta noche y déjame susurrarte casi en un suspiro que no eres tan solo un amante, eres más que eso.
Eres un deseo irrefrenable, un capricho del destino, una obsesión desesperante...

miércoles, 14 de noviembre de 2012

La amapola

Una frágil amapola habitaba entre otras hermosas flores e insectos en un verde prado. Cerca de aquella amapola crecían una rosa con espinas y un alegre diente de león. La rosa era hermosa, pero estaba llena de espinas e infestada de abejas, y el diente de león era una simple flor silvestre de un color alegre.
La frágil amapola deseaba compañía, pero no se decidía entre estas dos flores. ¿Qué flor debía escoger? ¿La belleza de la rosa a pesar de sus espinas y las furiosas abejas que la visitaban a menudo o al alegre diente de león a pesar de su simpleza?
La amapola pensó durante días sobre quién le daría más grata compañía. Finalmente decidió dar una oportunidad a las dos flores para averiguar quién le haría más feliz. El diente de león aceptó luchar por el amor de la amapola, pero la rosa al ver que tenía contrincante se llenó de orgullo y abandonó, a pesar de amar a la amapola. Al no haber otro rival, el diente de león ganó la compañía y el amor de la frágil amapola.
En cuanto a la hermosa rosa, se quedó sola eternamente. De vez en cuando recibía visitas de las abejas, pero éstas iban y venían y nunca se quedaban largo tiempo a hacerle compañía. Con el tiempo la rosa marchitó, muriendo sola, por orgullo y amando a la frágil amapola.

A veces las cosas más sencillas son las que provocan mayor felicidad.
La apariencia física al fin y al cabo no es importante, porque con la vejez todos acabaremos del mismo modo. De nosotros depende ser felices.
No hay que dejar que el orgullo nos afecte. Si quieres algo lucha por ello. No te sientas avergonzado ni inferior, piensa que luchas por lo que deseas y eso es algo de lo que debes sentirte, sin duda, orgulloso.