Eras mío.
De la mañana a la noche,
entre caricias y roces.
Eras mi dueño,
mi alma,
mi calma.
Mío eras y tuya fui.
Mi amor,
mi vida,
mi luz.
Pero dejaste de ser mío.
De la mañana a la noche,
sin caricias ni roces.
Te perdiste.
Te perdí.
Nos perdimos.
Mas te busqué.
De la mañana a la noche,
pidiendo caricias y roces.
Mas me atacaste con dureza.
Me apuñalaste,
del mismo modo que me amaste.
Con dureza,
orgullo varonil
y grandeza.
Inconsciente te llamé.
Agonizaba con tu nombre
desgarrando mi garganta.
Te amé hasta la última gota,
hasta quedarme seca.
Sin mi amada respuesta.
Y sufrí.
Durante meses,
durante siglos.
No morí,
sólo quedé maltrecha.
Sangrando toda la vida.
Y cuando mi mente no podía saber,
cuando no podía amarte,
cuando no tenía fuerzas...
Volviste a mí.
Sin memoria,
sin historia.
Dejé todo.
Volví sin motivo
a mi tiempo perdido.
Y sin tiempo te tengo.
No estás a mi lado,
no siento tus brazos.
Pero vuelves a ser mío,
de la mañana a la noche.
Mas sin tiempo y sin voces.
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