domingo, 4 de junio de 2017

Nuestras tormentas nocturnas

La ventana está abierta.
Se oyen grillos y algún coche pasar.
Mi oído ausculta tu pecho y mi pierna izquierda está enroscada con la tuya.
Estamos a oscuras.
Sólo las luces pasajeras de los turismos iluminan de vez en cuando la habitación.
Y comienza a llover de pronto, a mares.
Suena un trueno y un relámpago enciende nuestra penumbra.
Te miro a los ojos y me besas la frente.
La tormenta fuera y dentro de casa.
Empieza a mitad de noche, sin más.
La lluvia golpea el tejado, yo araño tu espalda.
Oímos el fuerte choque del agua contra el asfalto y nos sentimos extasiados.
Vuelves a besarme y te acurrucas en mi pecho.
Acaricio tu mejilla y suena otro trueno.
Fuera la tormenta arrasa, pero nosotros permanecemos inmunes.
No queremos ver qué sucede en realidad ni enfrentarnos a ello.
Por eso vivimos en nuestra habitación, con las luces apagadas y las piernas enroscadas.
Sólo las luces pasajeras de los turismos iluminan de vez en cuando la habitación.

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