Ella estaba cansada de hombres que no la supieran interpretar,
ella tenía muchas teclas y ellos falta de tacto.
Ella quería un pianista,
un hombre de manos rápidas y delicadas que la supiera tocar.
Ella necesitaba un artista,
del que naciera el ritmo, la armonía.
Ella era música,
ellos sordos e incultos.
Ella era una pieza complicada,
no bastaba con cualquier autor.
Ella buscó a su Mozart, a su Chopin,
pero no quedaban en aquel tiempo.
Ella se rindió y tiró la toalla,
y así fue como una hermosa melodía jamás fue escuchada.