sábado, 6 de enero de 2018

Año nuevo, ¿vida nueva?

Antes de que las manecillas del reloj toquen las doce, tu vida será un desastre.

Habrás ganado peso, tu trabajo no te llenará, llevarás una vida sedentaria, habrás tenido muchos fracasos amorosos y no tendrás mucho dinero.


Antes de que las manecillas del reloj toquen las doce, creerás que a las doce todo será distinto.

Creerás que comerás mejor y harás deporte, conseguirás un ascenso que te llevará a ganar más dinero y, por fin, aparecerá alguien en tu vida. 


Antes de que las manecillas del reloj toquen las doce, muchos piensan que un año nuevo pone fin a una parte de lo que somos e inicia una vida nueva distinta de la anterior.


Yo digo que un cambio de año sólo supone que el primer o segundo mes seguiré escribiendo 2017 en lugar de 2018.


Y es que, antes de que las manecillas del reloj toquen las doce, las cosas son de una manera y, después de las doce, siguen siendo así.


El mundo no se para y las personas no se convierten de pronto en aquello idílico que desearían ser. No se necesita un cambio de año, sino voluntad. 


La mayoría se llena de absurdos propósitos que no llegan a cumplir más que un par de semanas, y esperan al año siguiente para volver a autoengañarse.


¿Y si luchamos por lo que queremos ahora y dejamos que esos deseos se cumplan ya sin depender de una fecha que no tiene nada de místico?


El planeta no cambia porque cumpla un año. Nosotros inventamos el tiempo, así que todo es tan falso como nosotros mismos. 


Desear, luchar y alcanzar la meta. En cualquier momento, bajo cualquier circunstancia, sin fechas ni supersticiones.


Ahora.

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