Se oye el silencio.
De vez en cuando ladra un perro a lo lejos.
Se oye el silencio.
Cuántas personas estarán ahora en sus casas.
Huele a frío, a nostalgia.
Y todo esto lo cubrimos con una manta.
Se oye el silencio y tomamos café.
Callados y vendados de arriba a abajo.
En el sofá que no dice nada.
En el sofá que si hablara contaría mil cosas.
Nos delataría, pero no puede.
Y seguimos en silencio.
Miramos la taza, pensamos.
Qué frío hace fuera.
La gente seguirá en casa por meses.
El perro ya no ladra más.
Hace frío y nos sentimos nostálgicos.
Así sin motivo.
Nos gusta la vida,
nuestra preciosa vida.
Amamos dormir y volver a despertar,
mirando un día nuevo en los ojos del otro.
Huele frío, a nostalgia.
Y realmente no estás aquí.
Es solo el recuerdo de tenerte
en el sofá ya mencionado con un té o un café.
El abrazarnos sin decir nada,
saboreando juntos este ambiente melancólico y frío.
Se oye el silencio.
Huele a frío y a nostalgia.
No estás aquí.
Pero no importa.
Hoy no debemos vernos,
saborearé yo este instante por ti.
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